20 de Agosto 2020
Alguna vez me preguntaron por qué suelo ser tan optimista "...si el mundo es una mierda", la gente padece, sufre, llora, hay hambre, muertes por doquier, guerras y demás; "cómo puedes ser feliz con todo eso?". Desde pequeña me enseñaron que hay cosas que no están en mis manos; recuerdo que por bastante tiempo, sobretodo en la adolescencia, quise cambiar el mundo (toodo el mundo), quería brindar felicidad, paz, estabilidad a todos y me frustraba mucho no lograrlo; las noticias me hacían llorar y me sentía tan impotente, inútil, tanto que empecé a sentirme culpable por lo que yo tenía. Recuerdo que enfermé, dos o tres veces en urgencias con suero debido a una gastritis crónica, el cabello se me caía y no dormía bien, "sigue así Jessi y vendrán peores consecuencias" dijo la doctora. Lo superé (o eso pensé).
Años después sucedieron una serie de eventos que me recordaron que padecía el Síndrome de Superman (supergirl en mi caso), me sentía invencible y capaz de rescatar a quien fuere por encima de todo; tristemente la kriptonita fue más fuerte que yo y me derrotó. Nuevamente esa necedad de querer cambiar el mundo, a las personas y/o situación me superó.
En mis momentos de crisis, leí sobre el budismo, en ese tiempo en el que buscaba explicaciones, buscaba un algo que me ayudará a salir a flote, que me recordara los motivos por los cuales vivo y existo. Entre la busqueda leí sobre la flor de loto, una flor que habita normalmente en zonas pantanosas y pese a ello florece en busca de la luz. Medité sobre ello y entendí que era eso lo que yo necesitaba, resurgir y florecer pese a las adversidades, comprendí que no puedo salvar a todo mundo y menos cambiar las cosas, pero sí puedo hacer lo que me corresponde y está a mi alcance, entendí que no es culpa mía y que mi felicidad no debe ser motivo de verguenza. La flor de loto se volvió importante para mí durante ese tiempo de crecimiento espiritual, representando para mi la fortaleza, tatuado en mi piel me recordaba en cada momento que no importa la tempestad siempre llega la calma y que soy tan inquebrantable como yo lo decida, sólo ocupo tomar de las cosas lo mejor, empujar fuerte, resistir y abrirme camino hacia la hermosa y maravillosa luz que me engrandece.
Con amor, Jess.
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