16 de Octubre del 2020
Querido diario:
Bailar es una de la actividades qué más disfruto en esta vida. No sé de pasos profesionales, de coreografías ni nada de esas cosas. Pero se de ritmo, se de esa sensación que me envuelve al escuchar alguna melodía. Recuerdo que una vez, en una fiesta, bailaba con mi familia y mi abuelo; él dijo "mija yo no se bailar esa música", y yo entusiasmada le respondí "claro que puede abue. Sólo muévase cómo sienta. Agite los brazos como robot y mueva la cadera." Mi abuelo río fuertemente y siguió bailando divertido.
Para mí es como terapéutico, comienzo a moverme al ritmo de la música y dejo que mis pensamientos se desborden - de ser necesario, hasta mis emociones -. Lo hago hasta el cansancio, hasta que el palpitar del corazón es tan fuerte que parece escapar de mi pecho, y entonces me tumbo en el suelo, cierro los ojos, respiro profundamente y dejo que la tranquilidad se apodere de mí.
Estoy decidida aprender a bailar tango, creo es tiempo de aprovecharme del excelente maestro que tengo a mi lado, que comparta conmigo su habilidad artística en el baile y me enseñe. Seguro lo disfrutaremos, con su enorme paciencia y mi cualidad de morirme de risa con cada tonteria que se me ocurre, seguro será pan comido. Sí, por supuesto...
Con amor, Jess.
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