10 de Septiembre del 2020
Querido diario:
Hace unos días, no muchos, alguien muy inteligente me dijo "Jess, vivo feliz, tengo un buen trabajo, una amorosa familia, salud, estabilidad. Sólo puedo estar agradecido por todo eso y además, ayudar a quien lo requiera, si así está en mis manos". Gratitud, eso resonó fuerte en mi cabeza, la infinidad de veces que solemos olvidar agradecer, y he notado que es un hábito olvidado debido a que todo el tiempo creemos que la vida está en deuda con nosotros, y esa falta de gratitud desemboca en una falta de fe, de optimismo.
Me siento dichosa, querido diario, de cruzarme con personas que irradian luz, seres que al sonreír todo lo iluminan y su empatia conmueve. "Si yo puedo, ayudo" dijo, y su palabras sonaron sin ápice de egoísmo o alevosía. ¿Cuán feliz se tiene que ser como para darte la dicha de preocuparte por otros? Es como un superheroe, le digo, y no sólo eso, sino más. Esa costumbre suya de hacerte estallar de risa, de escucharte, molestarte o simplemente recordarte cuán valios@ e importante eres. Saber que puedes alejarte un poco e ir por ahí, por acá, subir, bajar, correr, sentir, y siempre, de un modo u otro estarás protegid@, pues abrirá sus brazos ampliamente para crear murallas solidas a tu alrededor para impedir que quien sea o lo que sea, te lastimen. Cuán maravilloso es saber que tu presencia hace bien y sentirte de nuevo tú misma, tan natural, tan simple, tan tú, tan llena de energía, optimista y pensarte -aunque sea por un momento - la reina del universo. Lo eres, dijo, y sonreí.
Con amor, Jess.
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